lunes, 17 de noviembre de 2014

LaRazónToday Cultura

LA FOTO MÁS GRIMOSA

La Asociación Internacional de reporteros gráficos Associated Press, en reunión celebrada el pasado  15 de noviembre en Boston para la concesión de sus premios anuales de fotografía, ha otorgado por unanimidad el primer premio en el apartado de Fotografía más Grimosa a la instantánea que reúne al pequeño Nicolás con el presidente de los empresarios madrileños. Se da la circunstancia que los miembros del jurado no conocían para nada ni al empresario ni a Nicolás. “Se trata de una foto grimosa de por sí, por su naturaleza intrínseca, al margen de todo contexto”, manifestó el portavoz del jurado al explicar el fallo. Nunca antes en la historia de los premios había sido otorgado el galardón a una foto descontextualizada de la que no se conocieran los antecedentes ni se aportara dato alguno que añadiera referencias a la valoración. "Es la desazón primigenia, la repugnancia anónima en estado puro", en palabras del propio portavoz. Es un premio concedido a la grimosidad por la grimosidad.
Por nuestra parte, nada que añadir a la ineluctabilidad del fallo. Solo el maestro Millás podría diseccionar los matices del retrato con su afiladísima pluma. Pero a bote pronto atisbamos dos almas congestionadas en el cénit de sus anhelos. Dos tipos satisfechos y ahítos retratados inmediatamente después de haber cometido lo que quiera que hayan cometido. Si fueran depravados diríamos que acaban de doblar el giro más anguloso de la lascivia. Si fueran malhechores diríamos que acaban de colmar sin escrúpulos el plan más laboriosamente urdido. Solo añadiremos que parecen dos congestiones felizmente unidas en la percepción recíproca de hallarse en el punto más triunfal de sus carreras. El pequeño Nicolás renuncia a la contención empleada en sus otras fotos con famosos y da rienda sin complejos al regocijo desbordado, a la complacencia más desinhibida, a la impudicia primitiva. Los ojos ligeramente entornados y la inmensa sonrisa jokeriana delatan al impostor que se deja ver sin cautelas porque ha colmado sus objetivos. Por su parte Arturo Fernández presenta una expresión que ni siquiera nos atrevemos a calificar. Apenas sí nos atrevemos a mirarle. Hay algo pecaminoso y sucio en su rostro lampiño. Es una mezcla de todo lo anterior unida a una actitud indecorosamente infantil, de viejo niño cruel y consentido que aún mama y que lo tiene todo pero que no renuncia a sacarle más al mundo, si se lo ponen a tiro. 

Puede que nada de esto sea cierto y solo la consecuencia de una mala foto tomada muy de cerca. Pero si no tuviéramos prohibido apostar, diríamos que son gente colmada pero insatisfecha. Tipos que quieren más de cualquier cosa que les demos. Solo ellos parecen conocer dónde están sus verdaderos límites.



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