PABLO IGLESIAS, EL PUTO AMO
“Yo no soy el macho alfa”
–dijo, hasta que alguien le aclaró que alfa está al principio de todo.
“Ah, entonces sí” repuso.
Entrando de forma anónima en el recinto, hurtándose a la vista de todos con
unas gruesas gafas negras con las que se camufló hasta ganar el escenario,
Pablo Iglesias fue aclamado, contra todo pronóstico, por los miles de
seguidores y simpatizantes que llenaban el palacio de Vistalegre en el primer
congreso fundacional de la formación Podemos. En vano pedía silencio y
humildad. En vano rogaba que no le aplaudieran. Incluso se marchó de
repente a mitad del discurso para no dar
pistas de cuándo lo acababa y evitar así aclamaciones estériles y un culto
desfasado a la personalidad. Acabada su intervención, se retiró con la
discreción con la que había entrado, colocándose de nuevo las oscuras gafas y
una careta de Bob Esponja para hacer más efectivo el anonimato.
“No me aplaudáis, coño, que no me lo merezco” -dijo el carismático líder de
la formación, lo que dio pie a una cerrada ovación y una nueva andanada de
vítores y exclamaciones.
“Soy uno más. Con labia y carisma. Sí, pero uno más” –dijo, en un nuevo
intento de acallar a los enardecidos seguidores, que ahora silbaban a rabiar y
pateaban con furia sobre el graderío.
En un desesperado intento por pasar desapercibido, Iglesias se puso a
pronunciar palabras difíciles y a declamar trabalenguas, a ver si así se
trabucaba y se pasaba el hechizo, pero fue inútil, su dicción era perfecta, sus
alusiones a la casta tenían el mismo efecto inflamador de siempre. El público enfervorizado
prorrumpió ahora en gritos de “¡Torero,
torero!” ante el visible enfado del orador, que se cruzó de brazos y se puso de
perfil en un vano intento de exteriorizar su disgusto.
“Yo no soy el macho alfa. Soy tan sencillo y tan mierda como todos
vosotros”
Ni por ésas. A estas alturas el rugido de la grada era ensordecedor. Las
adhesiones inquebrantables se sucedían y flores y sujetadores volaban hacia el
escenario. También algún gayumbo. Pablo Iglesias se retiró cabizbajo del atril,
meneando la cabeza en ostensibles gestos de disgusto, como el que dice “he
hecho lo que he podido, pero no”.
“Así no hay quien asalte los cielos. Sin humildad y sin llaneza no vamos a
ninguna parte” –murmuraba al retirarse, mientras se recolocaba la coleta y se
enfundaba la careta de Bob Esponja.
Que sonrisa más maja se me ha puesto. Lo de Bob esponja total.
ResponderEliminargracias por alegrarnos los ratitos.