Porque un amigo le hizo
perder el tren invitándole a unas copas, va, y se lo echa en cara,
incrustándole un vagón en la frente, la máquina y el jefe de estación entre los
dientes, y trozos de railes dispersos en varios puntos de la cara. El
máquinista pudo saltar a tiempo, mas con tan mala fortuna, que al caer al suelo
pisó una caca.
El del tren incrustado
dice que está enfadadísimo, porque ahora la gente solo ve la viga en su ojo y
no la paja en el suyo.
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