Cuando se disponía a ingerir un plato de fideos, un
individuo advirtió que había un pelo en la sopa. Como quiera que del hilo se
saca el ovillo y del pelo el cocinero, el individuo en cuestión se quedó
prendado de sus encantos y se enamoró rápidamente del cocinero, con lo que
pidió otros siete platos de sopa para hacerse un mechón de su cabello.
Al final salió el cocinero, quien en vista de lo que
ocurría, amén de llamarle hartosopas, le dijo lo de siempre.
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