domingo, 15 de marzo de 2015

Crisis en la Redacción

UN MAL CÁLCULO CAUSA ESTRAGOS EN LA PLANTILLA DE LARAZÓNTODAY
 
La redacción de LaRazónToday a su llegada a urgencias para el tratamiento
 del cólico. Dos se volvieron porque se habían dejado en casa la tarjeta de Asisa
La redacción, cerrada a cal y canto, salvo para canjear los cupones por la pelota de playa.

Buscapina, Tramadol, Enantyum, Nolotil, Omnic Pcas, Zamene y Ciprofloxcino han dado sobradas muestras de su completa ineficacia

El cálculo, según los nuestros, es trigonométrico, con la capacidad corrosiva de Alien 2 y la forma del cometa Churyumov-Gerasimenko



Un mal cálculo de trazado erróneo y trayectoria equivocada ha dejado completamente fuera de juego a la totalidad de la plantilla de LaRazónToday, a la que ha subsumido en un estado de dolor y postración como pocas veces se ha visto en una gente tan bragada, y la ha obligado a guardar cama y cenar tortilla justo en el momento en que la chulería de Morenés o la vuelta a los ruedos de la lideresa precisaban para la correcta descripción de los acontecimientos de plumas ágiles y valientes de encendida pulsión y aceptable ortografía, que bien podían haber sido las nuestras.

Los expertos consultados confirman que se trata de un cólico vulgar ocasionado por un cálculo normalito de dimensiones medias, pero el criterio de la redacción es otro. A nosotros nos parece por lo que jode que no se trata de un cálculo renal  sino más bien de uno trigonométrico,  con la estructura corrosiva de un Alien 2 y la forma del cometa Churyumov-Gerasimenko.  Asimismo no nos parece nada casual que toda la plantilla haya caído víctima de un miserable calculito, por lo que nos abonamos a la teoría de la confabulación y apuntamos como causa del estrago la ignominiosa inoculación de un germen patógeno introducido aviesamente por agentes contrarios a nuestra línea editorial, cualquiera que ésta sea. De entre los muchos enemigos ganados a pulso durante estos meses, tres concitan nuestras principales sospechas: un comando bolivariano a las órdenes de Monedero, un complot de los servicios secretos de Putin, que aprovecharía a su favor el incidente calificándolo de provocación, o una maniobra del equipo de Arriola buscando inopinados réditos electoralistas. Nos inclinamos más por Arriola, que nos da más cosa. Le creemos capaz de eso y de más.

El cálculo visto de frente. "Esta piedrecita la expulsa usted 
sin darse ni cuenta" decía sonriendo la jodía monjita.

Pero no hemos perdido el tiempo. Durante nuestra larga convalecencia hemos aprovechado la oportunidad de escribir tumbados para preparar un meticuloso trabajo de investigación dedicado a estudiar al detalle los entresijos de los servicios de urgencia de nuestros hospitales. Es más, a nadie refutaríamos que apuntara a que todo esto no ha sido sino una hábil maniobra de LaRazónToday, una astuta jugada para adentrarse con impunidad en los recovecos de la red sanitaria y sacar a relucir sus luces y sus sombras, cincuenta o las que sean, en el bien entendido de que las luces, por definición, relucen más que las sombras.

La suavidad y lisura de las redondeadas formas del cálculo
 pronostican una excreción sin mayores contratiempos

Nuestro equipo de investigación se puso manos a la obra y se hizo pasar por un cuadro de afectados por cólico nefrítico, y con esta impecable cobertura se puso a requerir hasta en cuatro ocasiones distintas los servicios de urgencia de cuatro entidades hospitalarias madrileñas. He aquí nuestras conclusiones:

Primera: Nunca vaya a urgencias en ambulancia. Pida un carromato, pare un tractor, súbase a una moto, solicite a los amigos que le lleven en volandas, cualquier vehículo de tracción resultará más confortable. Los amortiguadores de las ambulancias han debido ser arrancados por pura maldad o bien para contribuir al rescate de Grecia. Un cólico nefrítico nunca será lo mismo después de un viaje en ambulancia. Insista en no pedirla. No abra la puerta. No suba a la camilla. No transija. Si conoce el lenguaje de signos, utilícelo para impedir que le suban a la ambulancia. Si no lo conoce, haga de tripas corazón, baje de un salto y diga “Caramba, qué gracioso. Se me ha quitado el dolor de repente. Muchas gracias chicos, nos vemos en otra”. Nunca sabrá cómo habría podido evolucionar su cólico nefrítico de no haberse jugado los riñones en esas ambulantes cocteleras.

Amigos y colaboradores freelance del periódico se personaron en urgencias para mostrar su solidaridad y vendernos pañuelos. A uno (el de la derecha) le agarraron por error y le extirparon el bazo sin haber un por qué.
Segunda: La misma dolencia puede tener hasta cuatro tratamientos diferentes. Los médicos de urgencias son competentes y cordiales. Una delicia. Pero entre ellos cunde la misma saña con la que se descalifican entre sí los fontaneros: “Pero cómo tiene así este desagüe…?” “ ¿Pero quién le ha hecho esta chapuza…?” o “El que le ha dejado así el tubo sifónico no puede ser un fontanero…” Pues los médicos, lo mismo. Un informe precedente  suscita comentarios del tipo:  “ Este tratamiento es insuficiente…” “Nada de esto. Lo que yo voy a prescribirle es mucho más efectivo…” “No. No. Esto va a ser lo que vamos a hacer…” Cuatro informes, cuatro afrontamientos diferentes  y veintitrés cajas de medicinas. El estómago se halla entusiasmado por los acontecimientos. Lo malo es cuando el último informe viene a coincidir con el primero. Entonces el círculo se cierra y ya no sabe uno a qué carta quedarse, qué crítica aupar, qué reproche hacer suyo. Una única certeza a su favor: ninguno de los cuatro tratamientos le quita el dolor. Fuera de eso, ¿Cuál tiene razón? Al final deciden los detalles y se acaba optando por el más simpático.

Tercera: Los Servicios de urgencias son muy suyos con sus cosas. Por muchos análisis que lleve, por muchos informes que acompañe de servicios antecedentes, cada unidad solo se fía de sus propios protocolos, de manera que ya puede usted llevar siete análisis diferentes, todos ellos hechos en la última media hora, que  los servicios de urgencias solo se fiarán de lo que hagan sus maquinitas. Más sangre y más orina le será de nuevo extraída como si su sangre y su micción del día anterior estuviese mal tratada o hubiese caducado.

Las inyecciones son parte habitual del protocolo de urgencias. En este caso no
había ninguna necesidad, pero corrió la voz de que la paciente era vecina de la ministra Báñez.
Cuarta: En tres de las cuatro urgencias visitadas se celebraba merienda de despedida por el fin de contrato de algún trabajador. No sabemos si fue casualidad u ocurre sistemáticamente en el setenta y cinco por ciento de las urgencias (que echen a alguien, no que hagan merienda). A la ministra de empleo no cabe en ningún caso restarla el mérito que le corresponde de haber contribuido con su reformas a mejorar sobremanera el clima laboral.

Quinta: La frontera entre Urgencias y el resto del hospital es tangible, compacta, aparentemente invisible pero sólida y evidente como si separara dos realidades distintas.  En una de las urgencias investigadas nos recomendaron una ecografía renal. Aunque hubieran podido hacerla allí mismo, era domingo y estaba cerrado, así que nos la prescribieron con el marchamo de preferente.  Traspasado el  invisible umbral de las dos realidades, el servicio ordinario del hospital tomó nota ordinaria de la ecografía y nos citó, dada la urgencia, para veintisiete días más tarde. El equipo de investigación gastó entonces el comodín de la receta preferente, pero los citados servicios ordinarios revelaron que en el hospital no existía el concepto de ecografía renal “preferente”.

Tres de cada cuatro urgencias celebraban la despedida de un trabajador por
finalización del contrato. En la que no lo celebraban era porque ya les habían echado a todos.

El cálculo  a esas alturas debía de estar ya un poco harto de tanta investigación, así que decidió contribuir al éxito de la empresa con una exultante exhibición de fuerzas al día siguiente, lo que nos puso por cuarta vez en el box de urgencias de una nueva entidad (el destino de llegada lo establecen las ambulancias en base a misteriosos designios) en la cual, ya sí, dispusieron que la ecografía renal tuviese lugar inmediatamente. Con lágrimas agradecimos el gesto, porque a esas alturas el equipo de redacción se encontraba convencido de que Alien se estaba despertando y en cualquier momento nos tocaría poner el ceño de Jonh Hurt cuando el monstruo le atravesaba las tripas.

¿Nos harían la ecografía?  Nunca diga ahora, incluso cuando ya se encuentre dentro mismo de la sala de ecografías, tumbado en la camilla y con su barriga cervecera al aire. Este es el momento en que cualquier desprevenido bienintencionado pensaría que ya estaban a punto de hacerle la ecografía. Otro mal cálculo. No sea crédulo. No se relaje. Nunca confíe en las apariencias. Al cabo de un largo rato tumbado en la camilla de la sala de ecografías con los pantalones bajados,  la barriga al aire y la comezón en el alma, abrió la puerta un señor con bata blanca que, al observarnos allí tumbados en la camilla, se giró hacia afuera y gritó a nadie en particular: “¡Eh, aquí dentro hay un señor! ¿Alguien sabe por qué hay un señor tumbado en ecografía?”

Al cabo de otro buen rato apareció otro señor con bata, distinto del anterior, que sin decirnos nada, se sentó a los mandos del ordenador que había junto a la camilla y nos untó la barriga de mejunje. Luego, con un aparato parecido a una maraca, nos apretó el abdomen por aquí y por allá, y nos ordenaba que respiráramos ahora sí ahora no, conforme a él le venía bien. Pero a esas alturas ya no estábamos ni mucho menos seguros de que, pese a las apariencias, estuviera teniendo lugar la ecografía. En un momento dado, el señor murmuró con fastidio: “vejiga vacía”, así, con aspereza, con disgusto, como el que dice “me he quedado sin tabaco”. Al parecer las ecografías renales se hacen con la vejiga llena. No nos atrevimos a decirle que todo nuestro valioso orín se lo había consumido otra enfermera más fuerte que nos lo confiscó hacía un rato para el enésimo análisis. Nos sentimos sucios, miserables, avergonzados por entorpecer así el trabajo de la gente, y máxime con la barriga untada de melaza, los pantalones abajo y las manos en la cabeza, tal y como nos había ordenado hacer el señor, como si nos hubiera pillado en una redada. Procuramos no volver a molestarle con nuestras  miserias y nuestras carencias. La ecografía terminó, nos vestimos y nos desmelazamos, y más tarde el urólogo decidió a la vista de aquélla el internamiento urgente y la posible operación, dado que nuestro riñón se estaba empezando a ver bastante perjudicado por el cálculo. Luego, a las pocas horas, volvió y dijo que no, que se lo había pensado mejor y que le daba otra oportunidad a ver si salía por las buenas, así que otra vez a casa con pastillas y a devolver el camisón.

La ecografía era renal, pero por no disgustar más al técnico, hicimos como que
 estábamos encantados con el niño. La barriga cervecera ayudaba lo suyo.
El cálculo, según los nuestros, sigue ahí. Ha cambiado de postura y ya no nos duele, pero sigue agazapado en algún lugar del sistema urinario, riéndose de nuestro colador, esperando su ocasión para volver a escuchar flamenco y vivir otro ratito de gloria a costa de la inacción de nuestras rotativas…

Pero esa es otra historia. Lo de menos es lo que haya podido ocurrir con el puñetero cálculo. Ahora vamos a por el quinto análisis. Pronto nos tumbaremos en otra camilla con el abdomen caramelizado y nos someteremos al escrutinio de la maraca zumbona con la vejiga llena.  Pero lo importante es que el trabajo de investigación ha concluido y el resultado es  impecable. Cierto que las notas se han perdido, de igual manera que casi todos los informes y el bonotransporte, pero lo que hemos aprendido de las urgencias, de la amortiguación del parque móvil ambulatorio y del florido lenguaje de los prospectos, eso no tiene precio. El cálculo seguirá allí, ajeno al paso de las ambulancias y de las modas, pero si él no nos molesta, nosotros tampoco. 

Y ahora, vamos con lo de la saga real bastarda...


La sofisticada tecnología sanitaria para la extracción no invasiva
alcanza cotas de eficacia impensables hace tan solo unos años
 

3 comentarios:

  1. No te cabrees, pero nunca pensé reirme tanto con un cálculo renal. ¡Genial investigación! Y cuando ya no podía más, aparece la foto final de "sofisticada tecnología..." JA JA JA JA JA. ¡Eres grande, Juan!

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  2. Eso, tú ríete de la desgracia ajena. Y más cuando me enteré de que el colador había que tenerlo por fuera...

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  3. Evidentemente la redacción de la RazonToday es grande. Suerte Juan con el jodido cálculo.

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