UN MAL CÁLCULO CAUSA ESTRAGOS EN LA
PLANTILLA DE LARAZÓNTODAY
La
redacción de LaRazónToday a su llegada a urgencias para el tratamiento del cólico. Dos se volvieron porque se habían dejado en casa la tarjeta de Asisa |
La redacción, cerrada a cal y canto, salvo para
canjear los cupones por la pelota de playa.
Buscapina, Tramadol, Enantyum, Nolotil, Omnic Pcas, Zamene y Ciprofloxcino han dado sobradas muestras
de su completa ineficacia
El cálculo, según los nuestros, es
trigonométrico, con la capacidad corrosiva de Alien 2 y la forma del cometa Churyumov-Gerasimenko
Un mal cálculo de trazado erróneo y trayectoria equivocada ha dejado completamente fuera de juego a la totalidad de la plantilla de LaRazónToday, a la que ha subsumido en un estado de dolor y postración como pocas veces se ha visto en una gente tan bragada, y la ha obligado a guardar cama y cenar tortilla justo en el momento en que la chulería de Morenés o la vuelta a los ruedos de la lideresa precisaban para la correcta descripción de los acontecimientos de plumas ágiles y valientes de encendida pulsión y aceptable ortografía, que bien podían haber sido las nuestras.
Los expertos consultados confirman que se trata de un cólico vulgar
ocasionado por un cálculo normalito de dimensiones medias, pero el criterio de la
redacción es otro. A nosotros nos parece por lo que jode que no se trata de un
cálculo renal sino más bien de uno trigonométrico,
con la estructura corrosiva de un Alien
2 y la forma del cometa Churyumov-Gerasimenko. Asimismo no nos parece nada casual que toda la plantilla haya caído víctima de un miserable calculito, por lo que nos abonamos a la teoría de la confabulación y apuntamos como causa del estrago la ignominiosa inoculación de un germen patógeno introducido aviesamente por agentes contrarios a nuestra línea editorial, cualquiera que ésta sea. De entre los muchos enemigos ganados a pulso durante estos meses, tres concitan nuestras principales sospechas: un comando bolivariano a las órdenes de Monedero, un complot de los servicios secretos de Putin, que aprovecharía a su favor el incidente calificándolo de provocación, o una maniobra del equipo de Arriola buscando inopinados réditos electoralistas. Nos inclinamos más por Arriola, que nos da más cosa. Le creemos capaz de eso y de más.
El cálculo visto de frente. "Esta piedrecita la expulsa usted sin darse ni cuenta" decía sonriendo la jodía monjita. |
Pero no
hemos perdido el tiempo. Durante nuestra larga convalecencia hemos aprovechado la oportunidad de escribir tumbados para preparar un meticuloso trabajo de investigación
dedicado a estudiar al detalle los entresijos de los servicios de urgencia de
nuestros hospitales. Es más, a nadie refutaríamos que apuntara a que todo esto
no ha sido sino una hábil maniobra de LaRazónToday, una astuta jugada
para adentrarse con impunidad en los recovecos de la red sanitaria y sacar a
relucir sus luces y sus sombras, cincuenta o las que sean, en el bien entendido
de que las luces, por definición, relucen más que las sombras.
La suavidad y lisura de las redondeadas formas del cálculo
pronostican una excreción sin mayores contratiempos
|
Nuestro
equipo de investigación se puso manos a la obra y se hizo pasar por un cuadro
de afectados por cólico nefrítico, y con esta impecable cobertura se puso a requerir hasta en cuatro ocasiones distintas los servicios de
urgencia de cuatro entidades hospitalarias madrileñas. He aquí nuestras
conclusiones:
Primera: Nunca vaya
a urgencias en ambulancia. Pida un carromato, pare un tractor, súbase a una
moto, solicite a los amigos que le lleven en volandas, cualquier vehículo de
tracción resultará más confortable. Los amortiguadores de las ambulancias han
debido ser arrancados por pura maldad o bien para contribuir al rescate de
Grecia. Un cólico nefrítico nunca será lo mismo después de un viaje en
ambulancia. Insista en no pedirla. No abra la puerta. No suba a la camilla. No
transija. Si conoce el lenguaje de signos, utilícelo para impedir que le suban
a la ambulancia. Si no lo conoce, haga de tripas corazón, baje de un salto y
diga “Caramba, qué gracioso. Se me ha quitado el dolor de repente. Muchas
gracias chicos, nos vemos en otra”. Nunca sabrá cómo habría podido evolucionar
su cólico nefrítico de no haberse jugado los riñones en esas ambulantes cocteleras.
Segunda: La misma dolencia
puede tener hasta cuatro tratamientos diferentes. Los médicos de urgencias son
competentes y cordiales. Una delicia. Pero entre ellos cunde la misma saña con la que se descalifican entre sí los fontaneros: “Pero cómo tiene así
este desagüe…?” “ ¿Pero quién le ha hecho esta chapuza…?” o “El que le ha dejado así el tubo sifónico no puede ser un fontanero…” Pues los médicos, lo mismo. Un informe precedente suscita comentarios del tipo: “ Este tratamiento es insuficiente…” “Nada de
esto. Lo que yo voy a prescribirle es mucho más efectivo…” “No. No. Esto va a
ser lo que vamos a hacer…” Cuatro
informes, cuatro afrontamientos diferentes y veintitrés cajas de medicinas. El estómago
se halla entusiasmado por los acontecimientos. Lo malo es cuando el último
informe viene a coincidir con el primero. Entonces el círculo se cierra y ya no
sabe uno a qué carta quedarse, qué crítica aupar, qué reproche hacer suyo. Una
única certeza a su favor: ninguno de los cuatro tratamientos le quita
el dolor. Fuera de eso, ¿Cuál tiene razón? Al final deciden los detalles y se acaba optando por el más
simpático.
Tercera: Los
Servicios de urgencias son muy suyos con sus cosas. Por muchos análisis que
lleve, por muchos informes que acompañe de servicios antecedentes, cada unidad
solo se fía de sus propios protocolos, de manera que ya puede usted llevar
siete análisis diferentes, todos ellos hechos en la última media hora, que los servicios de urgencias solo se fiarán de
lo que hagan sus maquinitas. Más sangre y más orina le será de nuevo extraída
como si su sangre y su micción del día anterior estuviese mal tratada o hubiese
caducado.
Las inyecciones son parte habitual del protocolo de urgencias. En este caso no había ninguna necesidad, pero corrió la voz de que la paciente era vecina de la ministra Báñez. |
Cuarta: En tres de
las cuatro urgencias visitadas se celebraba merienda de despedida por el fin de contrato de algún trabajador. No sabemos si fue casualidad u ocurre sistemáticamente en el setenta y cinco por ciento de las urgencias (que echen a alguien, no que hagan merienda). A la ministra de empleo no cabe en ningún caso restarla el mérito que le corresponde de haber contribuido con
su reformas a mejorar sobremanera el clima laboral.
Quinta: La frontera entre Urgencias y el resto del hospital es tangible, compacta, aparentemente invisible pero sólida y evidente como si separara dos realidades distintas. En una de las urgencias investigadas nos recomendaron una ecografía renal. Aunque hubieran podido hacerla allí mismo, era domingo y estaba cerrado, así que nos la prescribieron con el marchamo de preferente. Traspasado el invisible umbral de las dos realidades, el servicio ordinario del hospital tomó nota ordinaria de la ecografía y nos citó, dada la urgencia, para veintisiete días más tarde. El equipo de investigación gastó entonces el comodín de la receta preferente, pero los citados servicios ordinarios revelaron que en el hospital no existía el concepto de ecografía renal “preferente”.
Quinta: La frontera entre Urgencias y el resto del hospital es tangible, compacta, aparentemente invisible pero sólida y evidente como si separara dos realidades distintas. En una de las urgencias investigadas nos recomendaron una ecografía renal. Aunque hubieran podido hacerla allí mismo, era domingo y estaba cerrado, así que nos la prescribieron con el marchamo de preferente. Traspasado el invisible umbral de las dos realidades, el servicio ordinario del hospital tomó nota ordinaria de la ecografía y nos citó, dada la urgencia, para veintisiete días más tarde. El equipo de investigación gastó entonces el comodín de la receta preferente, pero los citados servicios ordinarios revelaron que en el hospital no existía el concepto de ecografía renal “preferente”.
Tres de cada cuatro urgencias celebraban la despedida de un trabajador por finalización del contrato. En la que no lo celebraban era porque ya les habían echado a todos. |
El
cálculo a esas alturas debía de estar ya
un poco harto de tanta investigación, así que decidió contribuir al éxito de la
empresa con una exultante exhibición de fuerzas al día siguiente, lo que nos
puso por cuarta vez en el box de urgencias de una nueva entidad (el destino de
llegada lo establecen las ambulancias en base a misteriosos designios) en la cual, ya sí, dispusieron que la ecografía renal tuviese lugar inmediatamente. Con lágrimas agradecimos el gesto, porque a esas
alturas el equipo de redacción se encontraba convencido de que Alien se
estaba despertando y en cualquier momento nos tocaría poner el ceño de Jonh Hurt cuando el monstruo le atravesaba las tripas.
¿Nos harían
la ecografía? Nunca diga ahora, incluso
cuando ya se encuentre dentro mismo de la sala de ecografías, tumbado en la
camilla y con su barriga cervecera al aire. Este es el momento en que cualquier
desprevenido bienintencionado pensaría que ya estaban a punto de hacerle la
ecografía. Otro mal cálculo. No sea crédulo. No se relaje. Nunca confíe en las
apariencias. Al cabo de un largo rato tumbado en la camilla de la sala de
ecografías con los pantalones bajados,
la barriga al aire y la comezón en el alma, abrió la puerta un señor con
bata blanca que, al observarnos allí tumbados en la camilla, se giró hacia
afuera y gritó a nadie en particular: “¡Eh, aquí dentro hay un señor! ¿Alguien
sabe por qué hay un señor tumbado en ecografía?”
Al cabo de
otro buen rato apareció otro señor con bata, distinto del anterior, que sin
decirnos nada, se sentó a los mandos del ordenador que había junto a la camilla
y nos untó la barriga de mejunje. Luego, con un aparato parecido a una maraca, nos
apretó el abdomen por aquí y por allá, y
nos ordenaba que respiráramos ahora sí ahora no, conforme a él le venía bien. Pero
a esas alturas ya no estábamos ni mucho menos seguros de que, pese a las
apariencias, estuviera teniendo lugar la ecografía. En un momento dado, el
señor murmuró con fastidio: “vejiga vacía”, así, con aspereza, con disgusto, como el que
dice “me he quedado sin tabaco”. Al parecer las ecografías renales se hacen con
la vejiga llena. No nos atrevimos a decirle que todo nuestro valioso orín se lo
había consumido otra enfermera más fuerte que nos lo confiscó hacía un rato para
el enésimo análisis. Nos sentimos sucios, miserables, avergonzados por entorpecer así
el trabajo de la gente, y máxime con la barriga untada de melaza, los
pantalones abajo y las manos en la cabeza, tal y como nos había ordenado hacer el señor, como si nos hubiera pillado en una redada. Procuramos no volver a molestarle
con nuestras miserias y nuestras
carencias. La ecografía terminó, nos vestimos y nos desmelazamos, y más tarde el
urólogo decidió a la vista de aquélla el internamiento urgente y la posible
operación, dado que nuestro riñón se estaba empezando a ver bastante
perjudicado por el cálculo. Luego, a las pocas horas, volvió y dijo que no, que
se lo había pensado mejor y que le daba otra oportunidad a ver si salía por las buenas, así
que otra vez a casa con pastillas y a devolver el camisón.
La ecografía era renal, pero por no disgustar más al técnico, hicimos como que estábamos encantados con el niño. La barriga cervecera ayudaba lo suyo. |
Pero esa es
otra historia. Lo de menos es lo que haya podido ocurrir con el puñetero cálculo.
Ahora vamos a por el quinto análisis. Pronto nos tumbaremos en otra camilla con
el abdomen caramelizado y nos someteremos al escrutinio de la maraca zumbona
con la vejiga llena. Pero lo importante es
que el trabajo de investigación ha concluido y el resultado es impecable. Cierto que las notas se han
perdido, de igual manera que casi todos los informes y el bonotransporte, pero
lo que hemos aprendido de las urgencias, de la amortiguación del parque móvil
ambulatorio y del florido lenguaje de los prospectos, eso no tiene precio. El
cálculo seguirá allí, ajeno al paso de las ambulancias y de las modas, pero si él no
nos molesta, nosotros tampoco.
No te cabrees, pero nunca pensé reirme tanto con un cálculo renal. ¡Genial investigación! Y cuando ya no podía más, aparece la foto final de "sofisticada tecnología..." JA JA JA JA JA. ¡Eres grande, Juan!
ResponderEliminarEso, tú ríete de la desgracia ajena. Y más cuando me enteré de que el colador había que tenerlo por fuera...
ResponderEliminarEvidentemente la redacción de la RazonToday es grande. Suerte Juan con el jodido cálculo.
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