sábado, 1 de septiembre de 2018

Ocurrió en un hotel de playa

DETENIDO UN MATRIMONIO DE CUENCA QUE SACABA PANECILLOS DEL DESAYUNO-BUFFET 

Uno de los detenidos, que no opuso ninguna resistencia.
 Lo que pasa es que el suelo quemaba y había perdido la chancleta


Los rellenaban con mortadela u otros embutidos que encontraran en las bandejas

Luego iban a tomárselos a la playa a la hora de la comida

La policía confía en que sea un incidente aislado






El Grupo Quinto de la brigada antifraude de la comisaría de Estepona detuvo ayer por la mañana a un matrimonio de Cuenca acusado de llevarse panecillos y otros productos procedentes del desayuno-buffet del hotel donde se alojaban. Los chuscos eran rellenados con diversos embutidos procedentes también del bufet y una vez envueltos en servilletas los escondían en bolsos playeros con la intención de comérselos después en la playa o durante las excursiones a mediodía que tenían planificado efectuar por el interior de la provincia. Gracias a la rápida intervención de un policía de paisano, que desayunaba en el mismo hotel y fue testigo presencial de los hechos, el matrimonio fue interceptado antes de abandonar la cafetería y pudo recuperarse el botín sustraído, que ascendía a dos bocatines de salchichón más otros dos de sobreasada y un plátano que intentaban escamotear bajo la bocamanga del pareo. Ya en comisaria, el matrimonio ha confesado ser autor de otros hechos similares acaecidos en hoteles de Benalmádena y de la Costa del Azahar, donde no solo escamoteaban bocadillos, sino que a veces se apostaban en la máquina de los zumos a beberse el vaso allí mismo y rellenarlo otra vez en lugar de ir a tomárselo a su mesa.



Vecinos de mesa del matrimonio de Cuenca, horrorizados por lo que han visto.
"Desde luego, hay gente que viene a la playa a cometer barbaridades..."
El modus operandi era siempre el mismo. Entraban en la cafetería del hotel a la hora del desayuno y se servían abundantes raciones de embutidos y de bollería diversa en el buffet libre que el hotel tenía dispuesto al efecto. Luego, ya en la mesa, los dos interfectos abrían los panecillos y disimuladamente iban rellenándolos con el embutido que hubiera en las bandejas, generalmente mortadela o chorizo ibérico. De jamón nunca. No porque no les gustara, sino porque no ponían. Con las prisas y los nervios, a veces se dejaban embutidos sin embutir, valga la redundancia. En otras ocasiones se llevaban también las magdalenas o algún yogur de sabores. Luego se iban con el botín a pasar la tarde en la playa o merendar a algún lugar de interés a costa del hotel, con lo que también hurtaban a los chiringuitos la posibilidad de un prudente beneficio comercial.

-Sabíamos que esto se producía -denuncia el director del Hotel- pero no podemos poner un vigilante en cada mesa. Debemos confiar en la probidad y honradez de nuestros clientes. Lamentablemente- prosigue el director, que nos ruega permanecer en el anonimato, Hipólito Farfán, alto, fuerte, moreno, con gafas de pasta y dificultar en pronunciar las erres- algunos de ellos no están a la altura de nuestra confianza.


La mesa en la que desayunaba el matrimonio. Obsérvese la
ausencia ya de los bocatines de sobreasada.


Se da el caso de que hace dos años el hotel fue víctima también de un hecho de semejantes características con un matrimonio de Gijón que escamoteaba rodajas de melón que envolvía en ensaimadas. En aquella ocasión fueron descubiertos por el vigilante de seguridad, que les estaba viendo de lejos, y echados del hotel con cajas destempladas, dándoles manotazos en las manos mientras les decían: "¡E-so no se co-ge...!".

-Pero no podemos evitar que situaciones como ésta se repitan en el futuro. Por eso el desayuno es de peor calidad y nunca ponemos café de verdad, ni salmón o langostinos en el bufet.


A veces los desayunos del hotel son escasos y es preciso
 complementar con algún tentenpié ocasional hasta la hora de la comida.





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