domingo, 11 de junio de 2017

UN JUBILADO ABOMINA PÚBLICAMENTE DEL “CLARO DE LUNA” DE BEETHOVEN


Asco, repugnancia y crispación, es cuanto provoca en este pensionista de Onteniente la célebre sonata del músico sordo

Una pira en el patio vecinal resuelve simbólicamente la opinión que le merece la obra, concretamente su primer movimiento

Todo empezó cuando creyó que era una pieza fácil de tocar


-¿Beethoven? ¡Una mierda Beethoven!...

Una pira constituida en el patio vecinal resume simbólicamente el enconado sentimiento de ofuscación y enojo que a este jubilado de Onteniente le provoca el "Claro de Luna", la conocida sonata del genial músico alemán, toda la pieza en general y  su primer movimiento en particular.

-Los movimientos dos y tres son una mierda – aclara el citado pensionista mientras  acerca  ramitas a la hoguera que coloca meticulosamente- pero es que el primero, el primero es infumable…

La pira simbólica está constituida con casetes y compactos cedes que contienen la ínclita melodía, más las de algunos vecinos que le han prestado las suyas para el evento, a la que por su escaso volumen se han añadido también ejemplares atrasados de la guía del ocio y ya aprovechando unos rastrojos que había por el patio.

Al acto han asistido varios vecinos que no tienen nada en especial en contra de la sonata pero deseosos de ver en qué acaba todo esto. A ellos se han añadido varios chiquilllos que colaboran encantados en las labores de acumulación y encendido de la pira. Muchos de los vecinos no tienen ni idea de a qué sonata se refiere el iracundo vecino, pues de Beethoven solo conocen el ta ta ta tá de la quinta, pero algo de razón debe tener este señor, reconocen, cuando se pone de esa manera. Los más próximos al jubilado afirman que varias ocasiones han escuchado golpes en la pared y estruendos musicales como puñetazos en el piano, al tiempo que oían a continuación:

-¡Puto Beethoven…! ¡Puta sonata….!

Al parecer, todo empezó cuando este vecino del populoso barrio de las coplillas, a las afueras de Onteniente, se jubiló y pasó entonces a buscarse alguna ocupación cultural o recreativa con la que entretener sus largas horas de ocio. La encontró en el piano, explica la portera, concretamente un pianillo electrónico  que compró en un rastrillo y con la que se entretenía estudiando solfeo y aprendiendo algunas sencillas melodías.

-Al principio daba gusto. Tocaba la de los pajaritos muy despacito pero muy bien y de corrido. Todo iba muy bien hasta que se puso con el Claro de Luna, concretamente su primer movimiento –explica la portera, de quien no sabemos si posee fundamentos musicales o lo dice con esa propiedad de tantas veces que lo ha escuchado decir.

-El caso es que a partir de entonces todo eran gritos, imprecaciones, resoplidos, golpes en las paredes  y estruendos como de puñetazos contra el piano. Los vecinos estaban intrigados, hasta el punto de que varias veces el presidente de junta subió a hablar con él, aunque no se atrevió a llamar dada la contundencia de los golpes. Ahora finalmente parece que ha encontrado una solución satisfactoria que esperamos acabe definitivamente con al asunto –remata la portera mientras arroja a la pira un viejo barreño lleno de desconchones.

-¿Pero usted se cree que hay derecho? –nos aclara finalmente este ofuscado jubilado una vez que ha encendido la pira y el fuego comienza a devorar con adecuada celeridad cintas casete y guías del ocio -¿Usted sabe cómo hay que tocar la puta sonata? Pues la mano izquierda está metida continuamente entre los huecos de las teclas negras,  a veces encima, en las posiciones más forzadas. Los dedos tienen que hacer auténticas virguerías para sortear los saltos y llegar a sus teclas, y claro, tocas sin querer dos impepinablemente. La mano derecha, tres cuartas de lo mismo  teclas completamente diferentes de la izquierda, para qué hacerlo fácil, si aquella se pone con un re fa sol, ésta en cambio tiene que atacar necesariamente el  la do fa sostenido, y en seguida en el siguiente compás nuevas  teclas diferentes, y otras, y otras, no crea que uno puede descansar y recrearse en el maldito compás, nada de eso, en seguida y a cada compás nuevos acordes y nuevas teclas a cada cual más lejana y esquiva. A veces la mano no abarca para tocar las dos teclas extremas que hay que atacar simultáneamente, y eso es solo el principio, pues nuevos acordes  y nuevas teclas completamente alejadas y disímiles, cada una de su padre y de su madre. Y eso no es lo peor, sino que a veces hay que tocar acordes y melodía simultáneamente y con la misma mano: cuatro dedos para el acorde y ¡con el meñique la melodía! ¿Pero quién tiene esa manaza para abarcar lo que ha escrito este maldito sordo? Y así todo el rato. Un mes con la sonata y solo llevo dieciséis segundos de melodía. Y son seis minutos. Puto Beethoven, ¿pero que le costaba hacer una cosa sensata y asequible, como Chopín, como Mc Cartney, como Algueró.  ¿Usted sabe lo sencillo y lo agradecido que es de tocar “A mi manera”?

- La raaa, la ra la raaa…  -concluyó el señor, mientras arrojaba el pianillo a la pira, antes de que el fuego se consumiera.

 
Intentándolo de otra manera, pero tampoco...

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