UN JUBILADO ABOMINA PÚBLICAMENTE DEL “CLARO DE LUNA” DE BEETHOVEN
Asco, repugnancia y crispación, es cuanto provoca en este pensionista
de Onteniente la célebre sonata del músico sordo
Una pira en el patio vecinal resuelve simbólicamente la opinión que le merece la obra, concretamente
su primer movimiento
Todo empezó cuando creyó que era una pieza fácil de tocar
-¿Beethoven? ¡Una mierda Beethoven!...
Una pira constituida en el patio vecinal resume simbólicamente
el enconado sentimiento de ofuscación y enojo que a este jubilado de Onteniente
le provoca el "Claro de Luna", la conocida sonata del genial músico alemán, toda la pieza
en general y su primer movimiento en
particular.
-Los movimientos dos y tres son una mierda – aclara el citado
pensionista mientras acerca ramitas a la hoguera que coloca meticulosamente- pero es
que el primero, el primero es infumable…
La pira simbólica está constituida con casetes y compactos cedes
que contienen la ínclita melodía, más las de algunos vecinos que le han
prestado las suyas para el evento, a la que por su escaso volumen se han
añadido también ejemplares atrasados de la guía del ocio y ya aprovechando unos
rastrojos que había por el patio.
Al acto han asistido varios vecinos que no tienen nada en
especial en contra de la sonata pero deseosos de ver en qué acaba todo esto. A
ellos se han añadido varios chiquilllos que colaboran encantados en las labores
de acumulación y encendido de la pira. Muchos de los vecinos no tienen ni idea
de a qué sonata se refiere el iracundo vecino, pues de Beethoven solo conocen
el ta ta ta tá de la quinta, pero algo de razón debe tener este señor,
reconocen, cuando se pone de esa manera. Los más próximos al jubilado afirman
que varias ocasiones han escuchado golpes en la pared y estruendos musicales como
puñetazos en el piano, al tiempo que oían a continuación:
-¡Puto Beethoven…! ¡Puta sonata….!
Al parecer, todo empezó cuando este vecino del populoso
barrio de las coplillas, a las afueras de Onteniente, se jubiló y pasó entonces
a buscarse alguna ocupación cultural o recreativa con la que entretener sus
largas horas de ocio. La encontró en el piano, explica la portera, concretamente
un pianillo electrónico que compró en un
rastrillo y con la que se entretenía estudiando solfeo y aprendiendo algunas sencillas melodías.
-Al principio daba gusto. Tocaba la de los pajaritos muy
despacito pero muy bien y de corrido. Todo iba muy bien hasta que se puso con
el Claro de Luna, concretamente su primer movimiento –explica la portera, de
quien no sabemos si posee fundamentos musicales o lo dice con esa
propiedad de tantas veces que lo ha escuchado decir.
-El caso es que a partir de entonces todo eran gritos, imprecaciones, resoplidos, golpes en las paredes y estruendos como de puñetazos contra el piano. Los vecinos
estaban intrigados, hasta el punto de que varias veces el presidente de junta
subió a hablar con él, aunque no se atrevió a llamar dada la contundencia de
los golpes. Ahora finalmente parece que ha encontrado una solución
satisfactoria que esperamos acabe definitivamente con al asunto –remata la
portera mientras arroja a la pira un viejo barreño lleno de desconchones.
-¿Pero usted se cree que hay derecho? –nos aclara finalmente
este ofuscado jubilado una vez que ha encendido la pira y el fuego comienza a
devorar con adecuada celeridad cintas casete y guías del ocio -¿Usted sabe cómo
hay que tocar la puta sonata? Pues la mano izquierda está metida continuamente entre
los huecos de las teclas negras, a veces
encima, en las posiciones más forzadas. Los dedos tienen que hacer auténticas virguerías
para sortear los saltos y llegar a sus teclas, y claro, tocas sin querer dos
impepinablemente. La mano derecha, tres cuartas de lo mismo teclas completamente diferentes de la
izquierda, para qué hacerlo fácil, si aquella se pone con un re fa sol, ésta en
cambio tiene que atacar necesariamente el la do fa sostenido, y en seguida en el
siguiente compás nuevas teclas diferentes,
y otras, y otras, no crea que uno puede descansar y recrearse en el maldito
compás, nada de eso, en seguida y a cada compás nuevos acordes y nuevas teclas
a cada cual más lejana y esquiva. A veces la mano no abarca para tocar las dos
teclas extremas que hay que atacar simultáneamente, y eso es solo el principio,
pues nuevos acordes y nuevas teclas completamente
alejadas y disímiles, cada una de su padre y de su madre. Y eso no es lo peor,
sino que a veces hay que tocar acordes y melodía simultáneamente y con la misma
mano: cuatro dedos para el acorde y ¡con el meñique la melodía! ¿Pero quién
tiene esa manaza para abarcar lo que ha escrito este maldito sordo? Y así todo el rato. Un mes con la sonata y solo llevo
dieciséis segundos de melodía. Y son seis minutos. Puto Beethoven, ¿pero que le
costaba hacer una cosa sensata y asequible, como Chopín, como Mc Cartney, como Algueró. ¿Usted sabe lo sencillo y lo agradecido que es de tocar
“A mi manera”?
- La raaa, la ra la raaa…
-concluyó el señor, mientras arrojaba el pianillo a la pira, antes de que
el fuego se consumiera.
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